El concepto de dolor crónico es ambiguo y parece ser bastante incomprensible, tanto para la población en general como para los profesionales de la salud.
En principio, el dolor crónico tiene similitudes con la fibromialgia y el síndrome de dolor miofascial. Pero hablo de similitudes, coincidencia en algunos síntomas,nada más.
En realidad, sabemos del dolor musculoesquelético no específico, con componentes neuropáticos sin que, obligatoriamente, exista anomalías tisulares identificables, valorables y tratables, que incluyen el sistema nervioso y con componentes psicológicos y sociales.
Sin duda, existen causas- disparadores- que hacen que el tejido muscular reaccione ante una situación puntual y provoque o aumente el proceso doloroso.
El dolor crónico sin daño tisular afecta enormemente al funcionamiento físico, emocional y social de la persona. Es invalidante. Y la comprensión de esto es muy difícil porque ¿cómo puedo tener dolor si no tengo nada? Y la falta de comprensión del entorno suele ser importante, porque al paciente se le desacredita, ya su dolor es “invisible”.
En comparación con otros tipos de dolor, los reconocibles, los comprobables, éste tiene un gran impacto negativo en la autoestima, las relaciones interpersonales y el estado financiero de la persona que lo padece.
En 2007, Littlejohn G. aseguró: “ El síndrome de dolor regional se caracteriza por el dolor y la sensibilidad regionales, que tiene una distribución no neuroanatómica, y comparte características clínicas tanto con el síndrome de fibromialgia como con el síndrome de dolor regional complejo”